Hay ratos, lapsos en los que duele demás...
Y es que... hay ausencias que arden en la piel, que calan en los huesos, que congelan el alma, que entumecen los sentidos y por alguna razón que desconozco, hacen volver el estómago.
Miro sin ver, oigo sin escuchar, hablo sin pensar. Estoy en piloto automático. Me quede atascada en la misma triste escena que se repite una y otra vez.
Y es que... hay ausencias que aniquilan la esperanza, que carcomen la alegría, que apolillan las sonrisas, que mutilan las ganas, que destruyen la voluntad, que te regalan una agonía lenta y sin fin.
Sí, ya lo sé... Esto suena sobreactuado, excesivo, empalagosamente melodramático.
Los claroscuros son la guarida de la ausencia...
La falta de presencia hace que todo se vea plano, descolorido, apagado.
No hay cegadora luz solar, no se filtran los colores, no habitan los destellos de la dicha.
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