abril 14, 2020

Pequeñas grandes lecciones

Yo le dije: 
¿Sabias que puedes pedir un deseo antes de soplar un diente de león? 
Solo cierra los ojos, apriétalos bien fuerte y piensa en tu deseo, pídelo en tu cabecita y cuando ya este listo, soplas el diente de león, ¡¡y ya está!! ¡¡sera un deseo enviado!!

La vi emocionarse con la idea, después la vi dudar, luego se quedo pensando un largo rato, al final la sentí incomoda, realmente no sabía que pedir,  forzadamente formuló el deseo en voz bajita , apenas audible, era un deseo que se inventó solo para salir del paso, pidió "que la nueva casa tenga un jardín lleno de flores y árboles de frutas", sé que lo dijo por que no se le ocurrió nada más, sé que lo dijo por que era lo que estaba viendo en ese momento...

Y entonces me di cuenta de cuán ligero es el equipaje de mi hija.

Sé que si le hubiera hecho la misma petición  a un adulto, tal vez su respuesta hubiese sido: ¿Sólo uno? 
Y tal vez también lo hubiese pensado un largo rato, pero por no saber cual de todos sus múltiples deseos elegir.

Me di cuenta que mi hija no desea nada, o al menos no desea un sinfín de complicadas cosas.... y entendí por que siempre sus ojos brillan y su sonrisa es capaz de llenarlo todo y resonar en todos los rincones. Ella vive ligera, disfruta y piensa solo en lo que esta ocurriendo aquí y ahora...  
No lleva a cuestas un gordo equipaje cargado de deseos incumplidos, de frustraciones pesadísimas que a los adultos suelen hacernos caminar encorvados, incapaces de levantar la mirada, incapaces de disfrutar de nuestros propios pasos y reconocer nuestro propio camino. 
Creo que por eso tenemos tanto apuro por llegar, no sabemos ni a donde ni por qué, ¡pero queremos llegar ya! para descansar, para no tener que soportar más esa maleta llena de sabe Dios que cosas que pesan como un yunque.

No sé si después de la programación metódica y sistemática que nos ha enseñado a vivir instalados en la proyección de un futuro que no sabemos si llegará, no se si después de habernos dicho tantas mentiras a nosotros mismos y de habernos convencido de que necesitamos una larga lista de logros y objetos y reconocimientos y situaciones ideales para por fin sentarnos a disfrutar y ser felices, sea posible retornar al estado de pureza y simplicidad de un niño, ellos que no necesitan un título (o más de uno), una cuenta bancaria engrosada, un plan de vida, un cuerpo ideal y quien sabe que tantas cosas más para sentirse vivos, presentes y ¡¡¡felices!!!



"Protegedme de la sabiduría que no llora, 
de la filosofía que no ríe 
y de la grandeza que no se inclina ante los niños" 
(Khalil Gibran)

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