Por los acordes,
por las letras que
se cuelan en el alma,
por los violines y las gaitas,
por la armónica y la flauta,
por que mueven y conmueven,
por que mueven y conmueven,
porque hay para todos los gustos,
por un magistral solo de guitarra,
por el acordeón y el chelo,
por Metallica y Pavarotti,
por Madonna y Mercedes Sosa,
por los vaivenes contrastantes,
por las caricias en forma de voces dulzonas,
por las aguardentosas y rasposas voces que también transportan,
por las aguardentosas y rasposas voces que también transportan,
por la armonía,
por el arte de cantar poesía,
por el milagro de crear, de reunir los elementos que
integran la fabulosa alquimia de hacer sonar una buena canción,
por la inspiración y el talento tras la obra,
por las notas que se hacen notar y anotar,
por las chuscas, por las corta- venas, por las alegres que
nos invitan a bailar, por las que nos dan paz, por las de protesta, por las
cursis, por aquéllas que nos sacuden hasta el apellido.
Porque la vida no sería la misma sin introducción, verso,
estribillo, puente musical y ese
silencio de antes y después.
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