Te las dan forradas
de seda y terciopelo, las perfuman con esencia de patchulli y hasta les enredan
flores de colores.
Con el paso de los
años les añaden algunos eslabones para que puedas "conocer los alrededores".
Te permiten que las
decores a tu gusto y se ven tan lindas que hasta terminas agradecida de que te las hayan otorgado.
Luego… un buen día
despiertas y te das cuenta de que ya no perteneces a este espacio, a este jardín,
a esta pequeña habitación, ya no
necesitas que te sigan mimando, ya no dependes de ellos… y sin embargo, ahí están,
esas suaves y perfumadas cadenas, que a pesar de estar formadas de amor, ahora te pesan, porque
no te dejan volar.
¿Cómo liberarte
sin lastimarlos, sin lastimarte?
¿En qué momento se
intercambiaron los papeles?
¿Cuándo comenzaron
a necesitarte ellos a ti mucho más que tu a ellos?
¿Cómo dejarlos sin
que te acusen de abandono?
¿Cómo decirles adiós
si afirman que te necesitan?
Y es que no
importa sin son de plata, si son de oro o si son de amor, las cadenas, cadenas
son.
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