
Creo que las letras son un lenguaje muy puro, porque
retratan esencias, porque por muy vívida que sea la descripción del físico de
un personaje al final lo que perdura es lo que aportó a la historia: sus
cualidades, sus acciones, sus pensamientos, sus emociones… su alma…
Por eso me
gustan las letras porque a veces la ficción contiene más honestidad que la
realidad, porque en muchas ocasiones, un personaje inventado puede ser más auténtico
que una persona real, porque no está acompañado de la engañosa parafernalia
visual.
Gracias a los libros he viajado a lugares
remotos, y no me refiero solamente a puntos geográficos, si no a sitios mas
fascinantes: callejones en la mente y el corazón de un personaje, laberintos en la memoria de los protagonistas, mundos mágicos que brotan de la mente del autor …

Gracias a los libros guardo en la galería de mis
recuerdos personajes tan entrañables como el simpático e ingenioso Fermín
Romero de Torres de La Sombra del Viento, a mi consentido Quijote, al bondadoso
Jean Valjean, a la inolvidable Jo de Mujercitas, a la valiente Inés Suarez de Inés
del Alma Mía, a Marian y Laila, a Hassan
a quien tantas veces sentí ganas de abrazar, a la intimidante Reina de las Nieves y a otros tantos y tantos seres reales o inventados que han logrado dejar un pedacito de su esencia en mí…
Como dijo Emily Dickinson:
“Para viajar lejos,
no hay mejor nave que un libro”
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